jueves, 12 de junio de 2014

NO MÁS NIÑOS CON LAS MANOS MANCHADAS






Se calcula que en todo el mundo hay 158 millones de niños y niñas de entre 5 y 14 años que trabajan, lo que equivale a 1 de cada 6 niños y niñas. Millones de niños y niñas trabajan en condiciones de peligro.









El trabajo infantil se refiere a cualquier trabajo o actividad que priva a los niños de su infancia. En efecto, se trata de actividades que son perjudiciales para su salud física y mental, por lo cualimpiden su adecuado desarrollo. Los niños procedentes de entornos desfavorecidos, de grupos minoritarios o sustraídos del seno familiar carecen de protección. Sus empleadores hacen lo que sea necesario para hacerlos completamente invisibles y, por lo tanto, son capaces de ejercer control absoluto sobre ellos. Estos niños trabajan en condiciones degradantes, lo que socava todos sus derechos y principios fundamentales.Los niños y niñas que viven en los hogares más pobres y en zonas rurales tienen más probabilidades de ser víctimas del trabajo infantil.

La dificultad de las tareas y las duras condiciones de trabajo crean un gran número de problemas, como el envejecimiento prematuro, la desnutrición, la depresión o la drogadicción.Por otra parte, los niños que trabajan no están en capacidad de tener una educación normal y serán condenados a convertirse en un adulto analfabeto, sin tener la posibilidad de crecer en su vida social y profesional. Velar por que todos los niños y niñas vayan a la escuela y reciban una educación de calidad son las claves para prevenir el trabajo infantil.En algunos casos, el trabajo infantil también pone en peligro la dignidad y la moral del niño, especialmente cuando es víctima de explotación sexual, como la prostitución o la pornografía infantil.

Aunque nos pudiera parecer una realidad ajena al país en el que vivimos, también es posible observar a diario diferentes formas de explotación infantil como es el uso de los niños para ejercer la mendicidad. De hecho, no somos conscientes de que formamos parte de un sistema en el que, aunque públicamente está condenado el uso de mano de obra infantil, es habitual importar productos de países lejanos cuyas condiciones de trabajo son desconocidas para nosotros. Y, entonces, va a ser verdad que “ojos que no ven corazón que no siente”. Pero, en nuestra mano está querer saber más sobre lo que consumimos y ser parte responsable de lo que ocurre en el planeta. Un ejemplo lo tenemos en el uso de los móviles, consolas y ordenadores que en los últimos años se han convertido en artículos cuya vida útil es muy corta ya sea debido al desarrollo de las tecnologías o a la presión que ejerce la publicidad sobre las tendencias consumistas. ¿Y que tiene que ver esto con el trabajo infantil? Pues mucho, porque estas tecnologías contienen valiosos minerales como son el coltán y la casiterita cuya explotación produce millones de víctimas y refugiados en la República Democrática del Congo debido a la minería ilegal que, además, explota mano de obra infantil o semiesclavizada, y por otra parte, destruye los hábitats de muchas especies como loschimpancés y gorilas, en grave peligro debido a la caza furtiva y la deforestación. Por lo tanto, de alguna manera a través de lo que consumimos estamos contribuyendo a que se fomente la explotación infantil y el reciclaje, en este sentido, puede ser útil para reducirlo (para más información visitar http://www.movilizateporlaselva.org/es/).

Este año, el Día mundial contra el trabajo infantil que se celebra el 12 de junio, centra la atención pública en el papel de la protección social para mantener a los niños alejados del trabajo infantil o retirarlos del mismo. La protección social es un derecho humano y está sólidamente justificada desde el punto de vista económico y social. Así mismo, permite el acceso a la educación, la salud y la nutrición, y desempeña un papel fundamental en la lucha contra el trabajo infantil.La voluntad política de los estados es la única forma de combatir este vergonzoso mal mundial, así se podrá evitar la explotación infantil. Ante todo los países industrializados deben comprometerse a no adquirir artículos cuya producción haya sido realizada por niños, pero deben comprometerse a la vez en ayudar al desarrollo de los países pobres y en vías de desarrollo para que los niños no sean obligados a trabajar y tengan acceso a la educación ya que es el único modo de cortar el círculo de la explotación infantil.

 

 

FUENTES:

 


 


 


 

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