El 21 de marzo de 1960, en el término municipal de
Shaperville (Sudáfrica), 69 personas negras morían a manos de la policía
sudafricana mientras se manifestaban en contra de la política de segregación
racial que asoló el país hasta la década de los noventa. Seis años después de
aquella matanza, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamaba el 21 de
marzo como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
Por ello, hoy queremos hacernos la pregunta que pone
nombre a esta entrada. Queremos plantearnos si es posible que en la actualidad,
en un entorno democrático y establecido como tolerante, es posible que personas
que se muestran de acuerdo con valores como la igualdad o la tolerancia,
muestren al mismo tiempo actitudes racistas.
Hoy queremos dejar a un lado el racismo como concepto
abstracto para reflexionar sobre una realidad cotidiana que dista mucho de
haberse trascendido, y que hoy más que nunca nos permite hacer balance dentro
de nuestras fronteras, pues los recientes acontecimientos –la entrada masiva de
personas inmigrantes que buscan refugio dentro de nuestro país- nos han
forzado a fijar la mirada en el fenómeno de la inmigración con especial
detenimiento.
Llegados a este punto, podríamos escribir cientos de
páginas al respecto: hay quien mirará incómodo al norte de Europa reclamando
una colaboración que no llega, otros entenderán que este drama social no es más
que el producto de una mal entendida globalización que nos exige abrir las
fronteras al mercado y al capital, ignorando a los seres humanos que habitan
los países con los que comerciamos y expoliamos, hay quien se removerá incómodo
en su sillón al ver como cientos de personas cruzan nuestras fronteras en busca
de lo que el mal llamado primer mundo ha denominado “estado del bienestar” y
desde luego, hay quien temerá que –precisamente en un día como hoy- hayamos
dado con el caldo de cultivo idóneo para que los populismos xenófobos que se
fundamentan en una limitada idea de falsa inseguridad, crezcan a placer.
Cualquiera de las opciones anteriores no son sino
conclusiones, son el producto final de una idea más o menos acertada y
elaborada, el último paso en un proceso de formación de actitudes que con
frecuencia los ciudadanos se ven obligados realizar en solitario, sin la
supervisión y el apoyo adecuado de las instituciones educativas y los
organismos pertinentes. De este modo, a lo largo de nuestro desarrollo como
ciudadanos, nuestra educación en la prevención del racismo se habrá limitado a
la experiencia directa o a la libre interpretación de los mensajes emitidos por
los medios de comunicación que, si bien siguen una tendencia más o menos
adornada de tolerancia, con frecuencia ejercen el tipo de violencia más
reprobable: la despersonalización de las víctimas. De este modo, desde nuestra
infancia habremos escuchado cientos de veces, términos como “inmigrante”,
“ilegal”, “sin papeles”… pero rara vez habremos oído hablar de
“personas”. Así, desde las primeras etapas de nuestro desarrollo, habremos sido
educados para categorizar la realidad de la inmigración y el racismo en
términos objetivos y estadísticos, poniendo entre nosotros y ellos una cómoda y
peligrosa distancia de ignorante seguridad.
Y es en este hecho en el que hemos querido reparar hoy
como grupo Roots & Shoots Madrid. En la educación, en el correcto “uso” de
la mayor herramienta que tenemos en nuestras manos para el cambio: la educación
de nuestros hijos. En el hecho de que una correcta aproximación temprana a la
realidad que esconde el fenómeno de la inmigración y una formación apropiada en
habilidades de integración y cooperación, hará que nuestros hijos se conviertan
en adultos que no temen. Porque donde no hay temor, sólo puede haber unión y
tolerancia.
Por ello, queremos hacer nuestra propia interpretación
y homenaje al Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial a
través de una pequeña revisión de las estrategias para la erradicación del
racismo en el aula, a través de un sencillo modelo que incida sobre los
conocimientos, las actitudes y las conductas frente al racismo y la
inmigración.
Con seguridad, cualquier adulto afirmará conocer –y describir con somero acierto- la
realidad que obliga a emigrar a las personas que abandonan súbita y
precariamente sus países de origen. Cualquier adulto estará de acuerdo en
consensuar el motivo de estas migraciones en un estado de sometimiento, abandono
y maltrato por parte de las naciones de origen de las personas inmigrantes.
¿O quizá no? En un ejercicio de muy liviana
investigación periodística, bastan apenas un par de minutos navegando a través
de las páginas de opinión de los principales periódicos digitales de la red,
para desmontar esta teoría de consenso y tolerancia al encontrarse con decenas
de comentarios anónimos, emitidos por adultos, que en una suerte de carrera
armamentística de la aberración se plantean cuestiones como: “para venir de
un país del tercer mundo, los negros están muy fuertes, eso es que comen bien”,
“si tienen fuerzas para bailar cuando llegar a tierra tan mal no estarán en
su país”… y una interminable lista de infortunios similares. Así pues, si
son personas adultas, con acceso libre y –al menos en teoría- responsable y
consciente a cualquier tipo de información descriptiva y reflexiva sobre el
racismo las que emiten este tipo de mensajes, ¿qué podemos esperar que ocurra
en el desarrollo de teorías y opiniones que llevarán a cabo nuestros menores?
Tanto en el aula como en la escuela, los niños
necesitarán de nuestra supervisión y apoyo para gestionar el acceso a la
información sobre el racismo y la inmigración que van a encontrar en cualquier
medio, así como nuestra ayuda para clarificar conceptos que les serán extraños
e incomprensibles. No hemos de olvidar que no nacemos provistos de identidad
social y concepto de individuo, sino que lo vamos forjando a través de la
experiencia y la educación.
Así pues, tenemos el deber de ayudarles a comprender y
definir qué es la inmigración, qué realidad viven las personas que se ven
forzadas a abandonar sus países de origen, qué es la discriminación, qué es el
racismo y qué tipos de racismo existen, pues será la correcta integración de estos
conceptos la que determinará que sus actitudes se asienten en una u otra dirección.
Es importante darles la oportunidad de plantear sus dudas en el aula, donde
puedan ser resueltas con apoyo, normalizando el malestar que supone enfrentarse
por primera vez a estas preguntar y ofreciendo siempre, una alternativa.
Para ello, podremos ayudarles a que analicen la
cotidianidad y se hagan preguntas sobre los propios conceptos ¿qué es racismo y qué no lo es?
¿por qué seguimos utilizando expresiones como “trabajar como un negro y qué
sentido le damos? ¿qué es un estereotipo?... Y así una larga lista de
reflexiones orientadas a clarificar conceptos que incluyan la tolerancia, la
normalización y la multiculturalidad, siempre en un marco constructivista que
les ayude a fortalecer sus competencias socioemocionales, para afrontar con
seguridad cuestiones referidas a las actitudes y las conductas, del tipo: ¿cómo me hace sentir la
inmigración? ¿por qué me preocupa? ¿cómo me siento frente al que no es como yo?
¿cómo me afecta? ¿cómo puedo ayudar a mis compañeros inmigrantes a integrarse?
¿cómo puedo conocerlos mejor?
Llegados a este punto, desarrollar en el aula un
programa de cooperación y conocimiento mutuo entre colectivos (a través de las
múltiples herramientas semióticas que nos ofrece el marco docente: coloquios,
juegos, visionado y reflexión de documentos gráficos, ejercicios cooperativos…)
resulta indispensable.
Uno de estos muy interesantes recursos, es el cómic
“¿Racista yo?”, una publicación de la Unión Europea, destinado a profesorado y
a jóvenes en el que se presentan todo tipo de situaciones relacionadas con el
racismo y otros tipo de discriminación, así como varios documentos e
información con el fin de servir de estímulo para la reflexión y el debate
sobre el racismo.
De libre descarga en la red, el cómic puede
descargarse aquí:
Desde Roots & Shoots Madrid, queremos apostar por
recuperar la comunicación con los niños, aprender de ellos mientras les
enseñamos. Convertirnos en niños mientras les ayudamos a hacerse adultos,
volver al principio para no olvidar lo que no sabíamos antes de crecer: no
sabíamos que éramos distinto, porque sencillamente, sabíamos que somos iguales.
Conforme nos convertimos en adultos, la realidad del
mundo nos devuelve una imagen muy distinta a la que habíamos imaginado cuando
éramos niños y que el pesimismo y la conformidad se esfuerzan en mantener. Es
entonces cuando pensamos que hemos cambiado, que el tiempo nos ha cambiado o
que quién ha cambiado es el mundo. Sin embargo, lo único cierto es que somos
nosotros quienes podemos hacer realidad cualquier cambio que soñamos de niños,
y para ello, tenemos todo el tiempo del mundo.
H. Arpa, R&S Madrid.
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