Seguramente muy pocos conocen las riquezas y el encanto de un país como Colombia. Probablemente muy pocos sepan que este país sudamericano es el país más biodiverso por kilómetro cuadrado del mundo. Colombia es el primero en especies de aves, anfibios y plantas. De hecho, su escudo incluye el ave nacional del país: el cóndor andino. Es además tercero en reptiles y quinto en mamíferos. Por seguir con datos, es también el segundo productor de flores del mundo, con la orquídea como símbolo nacional.
Todas estas características y la pasión de sus gentes hacen de Colombia un país comprometido con el planeta, gran defensor del cuidado de la naturaleza y sus ecosistemas. Aparte del claro compromiso del gobierno, existen unas tribus indígenas que habitan en la Sierra Nevada de Santa Marta, a 5.700 metros sobre el nivel del mar, que basan su vida en el respeto por el medio ambiente. En concreto la tribu de los Kogui, que vive en los departamentos de La Guajira, Cesar y Magdalena.
Esta tribu la componen 16.000 personas cuya filosofía de vida se basa en una guía, la Gran Madre: la madre naturaleza. Para ellos es un ser viviente al que incluso piden permiso cada vez que tienen que hacer algo. Tal es el caso de un anciano Kogui de 90 años que estaba empeñado en viajar a Madrid para la Feria Internacional de Turismo en el pasado mes de enero. A pesar de su avanzada edad viajó porque así lo había decidido la naturaleza. O el caso del presidente del gobierno Juan Manuel Santos Calderón, que fue sometido a un ritual antes de su investidura. Los Kogui le entregaron un bastón de mando y 4 símbolos: la protección de la tierra, la del agua, la protección de alimentos y el buen augurio para formar un buen gobierno.
Todo aquel que contamina el medio ambiente es enemigo de la Gran Madre para los Kogui. Para ellos, los desastres naturales que se suceden por varias partes del mundo son fruto de nuestro trato a la naturaleza. “La madre tierra se cobra su deuda material y espiritual”, sentencia De los Santos, líder político de los Kogui.
Esta etnia considera a los picos nevados de Santa Marta como el centro del mundo. Los primeros hombres que provienen de los distintos grupos que habitan estas tierras son considerados ‘Hermanos Mayores’. Todos los que llegaron después son los ‘Hermanos Menores’. Los ‘Hermanos Mayores’ son los encargados de cuidar el mundo, tratan de velar porque el ciclo cósmico tenga un buen desarrollo para que las enfermedades no destruyan la vida de los hombres y las cosechas sean buenas.
Los Kogui consideran a la sierra como un cuerpo humano: los picos representan la cabeza, las lagunas de los páramos el corazón, los ríos y quebradas las venas, las capas de la tierra los músculos y los pajonales el cabello. Por ello toda la sierra es considerada un espacio sagrado y al que se debe cuidar por encima de todo. Considerando que la sierra es un cuerpo humano no es de extrañar sus cuidados por la naturaleza. Pero parece ser que el resto de los hombres, los ‘Hermanos Menores’ estamos empeñados en destrozarla.
Su forma de vivir y administrarse también lleva de fondo el cuidado y respeto por la naturaleza. Las familias Kogui tienen dos o más parcelas sobre las que trabajan la agricultura y el ganado mediante un sistema vertical de adaptación ecológica en la zona montañosa, logrando así gran diversidad de productos dentro de sus parcelas y pisos térmicos.
Borrando la huella de carbono
Todas estas creencias contagian a las autoridades, instituciones y empresas el respeto por la naturaleza. Durante la pasada Feria Internacional de Turismo de Madrid, la delegación colombiana trajo a su stand un bonito y verde objetivo: compensar la huella de carbono generada por el total de los asistentes a la Feria con la plantación de 2.000 árboles en Colombia.
Se calculaba que los visitantes de Fitur generarían 104 toneladas de dióxido de carbono. Para compensarlo los asistentes sólo tenían que acercarse al stand de Colombia , registrarse en una página web y poner un nombre a su árbol. En total se consiguieron 2.700 árboles, más de lo previsto, de los cuales 1.000 de ellos ya se empezaron a sembrar el pasado 11 de febrero.
Supone una satisfacción enorme ver como hay personas en el mundo que no dan tanta importancia a los bienes materiales y para las que sí es importante cuidar la naturaleza, los ecosistemas y, en definitiva, la biodiversidad y el mundo que nos rodea.
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